martes, 25 de agosto de 2015

UN ANIVERSARIO: LOS SECRETOS INCONFESABLES DEL KATRINA


El 23 de agosto de 2005 el huracán Katrina se formó sobre las Bahamas y cruzó el sur de Florida como un huracán de categoría 1 moderado, causando algunas muertes e inundaciones antes de fortalecerse rápidamente en el golfo de México. Tras haber alcanzado la categoría 5, la tormenta se debilitó antes de tocar tierra por segunda vez como un huracán de categoría 3 el 29 de agosto en el sudeste de Luisiana. El Katrina devastó las costas del golfo desde Florida a Texas debido a su intensificación. El mayor número de muertes se registró en Nueva Orleans, que quedó inundada porque su sistema de diques falló, colapsándose muchos de ellos varias horas después de que el huracán hubiese continuado tierra adentro. El 80% de la ciudad así como grandes superficies de parroquias colindantes quedaron anegadas, manteniéndose así durante semanas. 

En medio de la inundación que siguió al huracán, un grupo de médicos y enfermeras del hospital más importante de Nueva Orleans se enfrentó a decisiones dramáticas: ¿qué hacer con los enfermos más críticos? Inyectarles sedantes para apresurar su muerte y concentrarse en salvar a los pacientes con más posibilidades de vivir fue la opción.  Los dilemas bioéticos que tuvieron que plantearse fueron impresionantes. Poco se ha hablado de las dramáticas situaciones vividas en unas circunstancias que llevaron al límite las conciencias, porque en definitiva, ¿usted que hubiera hecho? 

En recuerdo de aquéllos hechos se reproduce la  segunda parte y final del reportaje del “The New York Times Magazine”, que corrió a cargo de Sheri Fink 

“Karen Wynn, la enfermera de Cuidados Intensivos, dijo que no tenía miedo de permanecer en el hospital después del toque de queda de las 5 pm anunciado por la policía estatal. Ella ya había decidido ignorar el plazo de evacuación y quedarse en el hospital hasta que todos los sobrevivientes hubieran sido sacados de ahí. Estaba motivada por lo mal que se veían los pacientes, dijo.
Wynn contó que se acercó a una mujer anciana que estaba inconsciente y con una respiración trabajosa. Ella preparó una jeringa con morfina y midazolam, la inyectó lentamente en el suero de la mujer y observó su respiración disminuir. La mujer murió poco después, lo que no perturbó a Wynn porque ella ya se veía cercana a la muerte. Wynn me dijo que a esas alturas todo lo que el equipo podía ofrecer era "comodidad, paz y dignidad". "Hicimos lo mejor que pudimos. Era lo correcto bajo las circunstancias".
"Pero incluso si hubiera sido eutanasia, no es algo que no hagamos realmente cada día. Sólo ocurrió bajo un nombre diferente", añadió.
John Thiele, pulmonólogo, les dio a otros pacientes una inyección de morfina y midazolam en dosis que él dijo eran mayores de lo que normalmente usaban en la Unidad de Cuidados Intensivos. Él tomaba sus manos y los tranquilizaba: "Todo está bien". La mayoría de los pacientes, me dijo Thiele, murieron a los minutos de ser medicados. Pero Emmet Everett, un robusto hombre afroamericano, no.
Su boca estaba abierta, su respiración era difícil y todos podían escuchar su horroroso ruido de muerte. Thiele intentó con más morfina. Intentó rezar. Puso su mano en la frente del hombre. Juntos cantaron: "Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo". Recitaron el Padrenuestro. Rezaron para que el hombre muriera.
El hombre siguió respirando, y Wynn dijo que ella y sus colegas tomaron eso como un signo, "Dios dijo Ok, pero no estoy listo para él. O él no estaba listo".
Ella recuerda cuando lo pasaron a través del agujero en la pared en su camino a los helicópteros de evacuación. Thiele tiene un recuerdo diferente de lo que pasó. "Cubrimos su cara con una toalla", hasta que dejó de respirar", me dijo.
Afirmó que tomó menos de un minuto que el hombre muriera y que no sufrió. "Esto era totalmente contra cada fibra en mi cuerpo", me dijo Thiele, pero también agregó que sabía que era lo correcto. "Estabamos abandonados por el gobierno, estabamos abandonados por Tenet (Healthcare, dueño corporativo del Memorial), y claramente nadie iba a cuidar a esta gente en sus momentos de muerte". Añadió: "Hice lo que habría querido que hicieran por mí si los roles fueran dados vuelta".
Tanto Thiele como Wynn recuerdan que ellos, Pou y los otros enfermeros, cubrieron los cuerpos de los muertos y los llevaron a la capilla. "Fue muy respetuoso", me dijo Thiele. "No es como pensarías".
ESA TARDE, el patólogo del Memorial y el director del laboratorio recorrieron el hospital, piso por piso, para hacer registros de los muertos y asegurarse de que nadie vivo fuera dejado atrás. Encontraron a Pou en el séptimo piso con una enfermera. Pou estaba trabajando con el suero de un paciente que parecía apenas vivo.
El doctor John Walsh, un cirujano, me dijo que estaba sentado en un banco, demasiado cansado para moverse, cuando Pou y el patólogo bajaron por las escaleras. Pou parecía alterada. Se sentó a su lado. "¿Qué pasa?", le preguntó. Ella mencionó algo sobre un paciente, o pacientes, muriendo y sobre alguna gente, cuestionándola. 
Walsh había conocido a Pou hace sólo un año, pero él sabía, me dijo, que ella era compasiva y dedicada a sus pacientes. "Estoy seguro de que hiciste lo correcto", recuerda que le dijo. "Va a salir todo bien".
Durante el día, botes y helicópteros vaciaron el hospital de casi todos sus pacientes y visitantes. Alrededor de las 9 pm, Rodney Scott, el paciente obeso en Cuidados Intensivos, por fin fue cargado hasta el helipuerto. Pesando más de 300 libras e incapaz de caminar, Scott era el último paciente vivo que dejó el hospital. Se sintió aliviado. Los cuatro hombres que lo llevaban, gritaban: "¡Empujen, empujen!" y llevaban su pesada silla de ruedas al helicóptero de la Guardia Costera.
Scott, Thiele y Wynn fueron llevados por separado al Aeropuerto Internacional de Nueva Orleans, donde el calvario continuó. Cientos de pacientes de hospitales y en cuidado domiciliario habían sido dejados ahí desde las zonas inundadas; eran recibidos por equipos de manejo de desastres que estaban tan escasos de personal y de materiales, que no podían proveer ni siquiera cuidados de enfermería básicos a muchos pacientes. Reflexionando en la escena del aeropuerto, Thiele me dijo que si los pacientes inyectados con drogas hubieran logrado llegar hasta ahí, "no habrían sobrevivido".

EL DILEMA DEL JUEZ DE INSTRUCCIÓN

El domingo 11 de septiembre de 2005, 13 días después del huracán, los trabajadores de los servicios mortuorios recuperaron 45 cuerpos descompuestos del Hospital Memorial. Al día siguiente, el fiscal general de Louisiana, Charles Foti Jr., abrió investigaciones sobre las muertes en hospitales durante el huracán Katrina. El Departamento de Justicia pronto recibió llamados con denuncias de pacientes abandonados y de eutanasias.
Después de las autopsias, los trabajadores del laboratorio de Pennsylvania detectaron morfina en nueve cuerpos -los mismos nueve pacientes que el staff de Life Care identificó como víctimas potenciales.
La oficina del fiscal general contrató a Cyril Wecht, un patólogo forense, para revisar evidencias en las muertes de cuatro pacientes cuyos informes toxicológicos completos y antecedentes médicos fueron obtenidos primero: Emmett Everett, Rose Savoie y otros dos pacientes de LifeCare. Wecht concluyó que las cuatro muertes fueron homicidios, causadas por intervención humana.
Después de meses de entrevistas y de recolección de documentos, los investigadores llegaron a creer, dicen, que los doctores y enfermeras aplicaron la eutanasia a dos docenas de pacientes en el Memorial. Pero los antecedentes médicos eran necesarios para respaldar las evidencias y de acuerdo a los investigadores, los abogados de Tenet dijeron que muchos de los que pertenecían a los pacientes del Memorial no estaban disponibles. Armados con los testimonios de trabajadores de LifeCare y los antecedentes médicos de cuatro pacientes del séptimo piso, los fiscales del estado decidieron que su caso más potente era contra Anna Pou  y las enfermeras Cheri Landry y Lori Budo por esas muertes.
ALREDEDOR DE LAS 9 pm, el 17 de julio de 2006 -casi un año después de las inundaciones de Katrina-, Pou abrió la puerta de su casa y se encontró con agentes federales y estatales con armas, diciéndole que tenían una orden para arrestarla por cuatro asesinatos en segundo grado (Landry y Budo fueron arrestadas esa misma noche).
Mientras la investigación del gobierno progresaba, Carrie Everett, la viuda de Emmet Everett, habló en CNN. Después del huracán Katrina ella buscó durante dos semanas a su esposo antes de enterarse de que estaba muerto. Demandó por homicidio culposo a Tenet, LifeCare, Pou, Landry y Budo.
"¿Quién les dio el derecho de jugar a ser Dios?", demandó la señora Everett. "¿Quién les dio ese derecho?".
MINYARD, EL JUEZ de instrucción, trajo a Cyril Wecht, Michael Baden -dos conocidos patólogos forenses- y Robert Middleberg, el director del laboratorio de toxicología donde las muestras de autopsias fueron testeadas, para discutir los descubrimientos toxicológicos.
Los archivos mostraban que más de la mitad de los 41 cuerpos del Memorial que fueron analizados por Middleberg tenían morfina o midazolam, o ambos. Midddleberg había manejado miles de casos en su carrera, y la alta concentración de drogas encontrada en varios de los pacientes se destacaba como totalmente fuera de lugar", me dijo.
El grupo consideraba a la paciente de 90 años Alice Hutzler, cuya enfermera de LifeCAre, Gina Isbell, había prometido cuidarla durante el huracán. La morfina y midazolam fueron encontrados en su hígado, cerebro y tejido muscular, pero ninguna de las drogas había sido recetada, según su registro médico, el que contenía notas hasta la noche anterior de su muerte el 1 de septiembre. El registro mostraba que ella estaba "descansando tranquilamente" la tarde anterior, y durante las noches sus enfermeras no documentaron ninguna queja de dolor o sufrimiento que indicara que necesitaba las drogas.
Hutzler fue una de las nueve pacientes de LifeCare encontradas en el séptimo piso con una de ambas drogas en su sistema. Todas fueron vistas vivas la mañana del 1 de septiembre, y todas fueron registradas como muertas por el patólogo del Memorial esa tarde.
"Homicidio", escribió Wecht en una hoja de papel con el nombre de Hutzler arriba, subrayada dos veces. "Homicidio", escribió en siete de los otros ocho pacientes del piso siete, incluyendo a Emmett Everett, Wilda McManus y Rose Savoie. La última paciente, cuyos archivos indican que estaba cercana a la muerte, la marcó como indeterminada. Baden dijo que pensaba que los nueve eran homicidios.
El grupo consideró una muerte en el octavo piso en Cuidados Intensivos: Jannie Burgess era la paciente en coma que fue encontrada por Ewing Cook cuando subió las escaleras en el calor del miércoles 31 de agosto. La ficha médica de Burgess mostraba que le dieron 15 miligramos de morfina siete veces el miércoles entre las 2:10 pm y las 3:35 pm bajo órdenes de Cook. Más de sietes veces la dosis máxima que ella estaba recibiendo en Cuidados Intensivos. Pero como ya se le administraba desde antes morfina por su cáncer avanzado, ella no era "un caso claro y sólido", escribió Wecht en sus notas. Marcó su muerte como indeterminada.
Además de los nueve casos que permanecieron en el piso de LifeCare y Burgess, el grupo también revisó 13 pacientes del Memorial y de LifeCare cuyas muertes fueron registradas en el segundo piso. (Otras muertes también parecieron sospechosas para los investigadores, pero como no todos los cuerpos fueron testeados por drogas después de la autopsia, no fueron considerados). De esos 13, nueve tuvieron positivo el midazolam y cuatro la morfina, también. Los investigadores en el hospital encontraron recetas por grandes cantidades de morfina para tres de ellos, incluyendo a Carrie Hall, la mujer que peleó con fuerza por sobrevivir en la noche del miércoles. Las recetas tenían fecha jueves 1 de septiembre, y fueron firmadas por la doctora Anna Pou.
A pesar de las enfáticas opiniones de Wecht y Baden acerca de que las muertes de LifeCare fueron resultado de inyecciones de drogas, Minyard quería información adicional para tomar la decisión. Envió los antecedentes de los pacientes a otros tres expertos para una revisión independiente.
"Homicidio", concluyó el doctor Frank Brescia, un especialista en cuidados paliativos, de cada uno de los nueve casos. "Homicidio", escribió el doctor James Young, el ex juez de instrucción en jefe de Ontario, Canadá, quien era entonces presidente de la Academia Americana de Ciencias Forenses. "Todos estos pacientes sobrevivieron los eventos adversos de los días anteriores, y que cada paciente de un solo piso haya muerto en un período de tres horas y media intoxicado con drogas está más allá de las coincidencias".
Un especialista en medicina interna concluyó que mientras los antecedentes médicos y autopsias de varios pacientes revelaban problemas que razonablemente podrían haber llevado a sus muertes, la mayoría de los archivos de los pacientes, no. En su informe a Minyard, escribió que era "evidente" que Emmett Everett estaba "en condición médica estable sin evidencias claras de que la muerte era inminente". (El abogado de Pou dice que Everett es casi seguro que murió de un paro al corazón y no de una sobredosis de medicación).
Mientras Minyard deliberaba, continuó sus propias investigaciones, invitando a administradores de LifeCare a su oficina. Sus historias se enfocaban en Anna Pou. Minyard nunca había conocido a Pou, pero dos meses después de su arresto él la observó defenderse a sí misma y a sus colegas enfermeros con pasión en 60 Minutos. "Quiero que todos sepan que no soy una asesina", dijo ella en televisión. "No creo en la eutanasia".
Después del reportaje, algunos de los colegas de Minyard cuestionaron que siguiera investigando el caso. El día después del programa, la Asociación Médica Estadounidense publicó una declaración: "La A.M.A. está orgullosa de los numerosos médicos heroicos y otros profesionales de salud que se sacrificaron y se distinguieron tras las desgracias del Huracán Katrina".
Minyard me dijo que después de que Pou apareciera en televisión, él tuvo urgencia de conocerla y tratar de "tener una impresión de ella". E invitó al abogado de Pou a traerla a su oficina para una visita.
Pou se sentó frente a Minyard, "una dama muy amable, una verdadera y encantadora dama sureña". Pronto se encontraron descubriendo amigos mutuos y hablando sobre sus familias alrededor de una hora. Ella le dijo que había estado tratando de aliviar el dolor y el sufrimiento. Dado que el abogado de Pou estaba ahí, Minyard fue cuidadoso de no hacerle preguntas directas sobre lo que había hecho. Las condiciones que ella describió en el Memorial lo llevaron de vuelta a los días que él pasó atrapado en la corte después del Katrina. Lo preciosas que el agua y la comida se volvieron. Cuán imposible era dormir en la noche con disparos de armas sonando alrededor.
Pero Minyard me dijo que creía que él habría tratado de salvar al menos a Emmett Everett. Que debería haber existido un modo de llevar a un hombre de 380 libras por las escaleras. También molestó a Minyard que la documentación sugería que pocos de los pacientes ancianos que murieron estaban siendo tratados contra el dolor.
Minyard buscó consejo del bioeticista Arthur Caplan. Caplan revisó los archivos y concluyó que a los nueve pacientes del séptimo piso les fue aplicada la  eutanasia, y que la forma en que se les dieron las drogas fue "no consistente con los estándares éticos de los cuidados paliativos en Estados Unidos". Esos estándares son claros, escribió Caplan, en que la muerte del paciente no puede ser la meta de un tratamiento de un doctor.
A pesar de todas las determinaciones de expertos de que se trataba de homicidios, Minyard consultó otro patologo, el doctor Steven Karch. Karch voló a Nueva Orleans, examinó la evidencia y concluyó que era absurdo tratar de determinar las causas de muerte en cuerpos que habían estado a 35 grados durante 10 días. En todos esos casos, él aconseja, la causa médica de muerte debe permanecer indeterminada.
El juez de instrucción creía que si el caso iba a juicio, la defensa traería a alguien como Karch para proveer de duda razonable. "Perderíamos el caso", me dijo Minyard. "No sería bueno para la ciudad, para la recuperación. Había un contexto más grande que yo tenía que considerar más allá de la pura base científica". Tomar una vida voluntariamente era "una cosa muy mala", pensaba. "Sólo Dios sabe cuándo vas a morir". El caso le quitaba el sueño de noche. Llamó a expertos una y otra vez en busca de apoyo y consejo.

LA DECISIÓN DEL JURADO

En marzo de 2007, los jurados que considerarían el destino de Anna Pou fueron llamados y comenzaron a reunirse una vez a la semana en secreto. Minyard me dijo que al final decidió que cuatro de las nueve muertes en el séptimo piso fueron homicidios, incluyendo a Emmett Everett y Rose Savoie. También dijo de Pou que ella no planeaba matar a nadie, "pero se ve como si lo hubiera hecho".
El jurado escuchó a Minyard, pero no a los expertos forenses; ni tampoco a dos miembros de la familia que estuvieron presentes en el piso de LifeCare durante la mayor parte de la terrible experiencia; tampoco escucharon al investigador del Departamento de Justicia, que trabajó en el caso un año y recolectó 50 mil páginas de evidencia. Sólo dos de los principales testigos de LifeCare fueron traídos frente al jurado al final del proceso. Budo y Landry, que habían expresado públicamente su apoyo a Pou.
Los jurados vivían entre el público general, el que estaba firmemente de lado de Pou. Pou tuvo a una de las principales agencias de relaciones públicas de Nueva Orleans representándola. Una encuesta arrojó que pocos habitantes de New Orleans aprobaban el proceso contra Pou. El 17 de julio de 2007 se reunió una multitud para conmemorar el primer aniversario del arresto de Pou en City Park. Portavoces hablaban directamente al gran jurado por televisión, advirtiendo que los profesionales médicos dejarían Luisiana si un doctor era procesado después de servir en un desastre.
La semana del mitin los jurados dejaron de escuchar evidencias. El fiscal del distrito presentó un cargo de asesinato en segundo grado en el caso de Emmett Everett y nueve cargos por complicidad para cometer asesinato en segundo grado, uno por cada uno de los pacientes de LifeCare. Esto significaba que a los jurados se les pidió decidir si la evidencia que escucharon los persuadía de que Pou había tenido una "intención específica de matar".

El 24 de julio de 2007, los jurados llenaron la Sección E de la corte del distrito de Orleans. El juez Calvin Johnson leyó en voz alta los 10 cargos de la acusación. El gran jurado no acusó a Pou de ninguno de ellos.
CUATRO AÑOS DESPUÉS del Katrina, Rodney Scott, el paciente a quien Ewing Cook tomó por muerto, todavía estaba vivo. Scott está agradecido de estar con su familia. Dice que no sabe si ocurrieron eutanasias en el hospital, pero si fue así, se pregunta qué habrían estado pensando los doctores y enfermeras. "¿Cómo puedes decir que la eutanasia es mejor que la evacuación?", me preguntó. "Si tienen signos vitales -dijo-, sácalos de ahí. Deja que Dios tome esa decisión".
El debate entre profesionales médicos sobre cómo manejar desastres se está intensificando con Pou y su versión de lo que pasó en el Memorial. En una conferencia para ejecutivos de  hospitales hace unos meses en Chicago, ella no mencionó que inyectó a pacientes, diciendo que los helicópteros llegaron en la tarde del jueves 1 de septiembre, y "fuimos capaces de evacuar al resto". Pou proyectó la foto de su arresto en la pantalla mientras argumentaba a favor de leyes que protegieran a trabajadores de salud de responsabilidades civiles y criminales en desastres.  
Sheri Fink.”