lunes, 27 de julio de 2009

¿HABLAMOS DE LO MISMO?

Una vez más la discusión sobre la eutanasia refleja la polisemia del término. Las discusiones se vuelven entonces estériles, pues hablamos de cosas distintas. Posiblemente, en el común, cada uno tendría su propia definición. Imposible llegar no sólo a un acuerdo, sino a unos simples términos en los cuales plantear este dilema.
Traigo a colación al profesor Palacios, conocidísimo científico y "autor" de la Ley de Reproducción asistida del ya pasado siglo. Nos dice: Hay una tendencia a considerar que la muerte no es parte de la vida, pero sí lo es. Todos tenemos derecho a tener una vida digna, y esto incluye también una muerte digna. El fundador y presidente de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), Marcelo Palacios, se pronunció así de contundente, en un curso universitario, para defender la despenalización de la eutanasia y el suicidio asistido. Palacios explicó que lo que se intenta aliviar con la eutanasia no es sólo el dolor, sino también el sufrimiento psíquico, «el cual no puede ser eliminado». «Algunos enfermos terminales me han preguntado si les iban a afeitar o a poner una camisa limpia antes de morir. La gente ve su propia muerte, se sitúa ante sí y quiere morir con dignidad», reveló. El presidente de la SIBI aclaró que cuando se ayuda a morir, «no se está matando, se está aportando dignidad, aliviando el dolor y el sufrimiento. Es la enfermedad la que mata». El doctor Marcelo Palacios echó mano del caso de dos enfermeras de Nueva Orleans acusadas de homicidio por aplicar estos mismos criterios que él mismo explicó durante el curso. El 29 de agosto del año 2005, cuando el agua inundaba el hospital Memorial de Nueva Orleans tras el paso del devastador huracán «Katrina», dos enfermeras y una médica que estaban de guardia decidieron inyectar dosis letales de morfina y un sedante llamado Midazolam a cuatro pacientes que, debido a su grave situación, no podían ser evacuados del centro médico. Las virulentas embestidas del agua golpeaban sus camas contra las paredes y los enfermos no podían hacer nada por salvarse. Ante tal brutal escena, los sanitarios Anna Pou, Lori Budo y Chery Landry decidieron poner punto final a su sufrimiento aplicando la eutanasia. Dos años después fueron acusadas de homicidio en segundo grado. Éste fue uno de los numerosos ejemplos con los que el doctor Palacios quiso ilustrar una elocuente exposición sobre la eutanasia y el suicidio asistido, en el último de los cursos de verano que la Universidad de Oviedo ha impartido esta semana en Gijón. Palacios habló durante más de hora y media sobre el «derecho a una muerte digna». Explicó la eutanasia y el suicidio asistido representan «el más elevado compromiso ético» y puso como ejemplo las leyes de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, que no penalizan estos casos, y la de Suiza, que la permite, existiendo una clínica especializada en el país.
Ciertamente comentar una noticia de prensa sería injusto para el mencionado, por eso pasaré de puntillas y con mucha cautela, puesto que la mirada del periodista ha podido quedarse en la anécdota y no en el fondo de los argumentos - no éstos, desde luego - que aquí no se señalan. ¿Acaso los enfermos que cita pidieron esa medida? nada se dice en la noticia, pero parece darse a entender que no, que los enfermeros tomaron una medida sin su consentimiento con connotaciones piadosas. Si así fuera, volvería el recuerdo del paternalismo médico que hace que el sanitario se convierta y decida lo que es bueno y malo según su conciencia, pero más alla del bien y del mal. ¿Se hubieran comportado igual, en el caso de cualquier persona, no enferma, que tampoco pudiera ser evacuado por imposibilidad física? Cuántas dudas surgen, inevitables y necesarias. Muchas preguntas. pocas respuestas. Así es la Bioética.